Se fue Mama Rosa, testigo de la matanza de Uchuraccay
Fue la primera en llegar al lugar, en las altura de Ayacucho, donde fueron asesinados ocho periodistas y un guía en 1983. Dos de las víctimas eran sus hijos: Octavio Infante y Juan Argumedo.
Al mediodía del viernes 25 de enero de 2014, Rosa García Vila bajó del vehículo que lo había llevado hasta Uchuraccay; con sus 87 años a cuestas, caminó lentamente por la pequeña plaza de armas y miró a lo lejos la enorme bajada de Huachwaccasa, la quebrada fatídica donde 31 años atrás ocho periodistas y un guía habían sido asesinados.
Como siempre que llegaba a ese sitio, sentía que el corazón se le encogía y las lágrimas asomaban en sus ojos cansados de tanto llorar. El periodista Octavio Infante y Juan Argumedo, el guía, sus hijos, fueron dos de las víctimas de la masacre de Uchuraccay que se conmemoraba al día siguiente.
Los mataron allí, en esa bajada- relató con voz trémula, ese mediodía soleado de hace seis años.
Tres décadas atrás, Mama Rosa, y su hija Juana Lidia Argumedo, fueron las dos primeras personas extrañas a la comunidad que llegaron a Uchuraccay, pocas horas después de las muertes de los periodistas. Un niño los alertó casi de madrugada, les dijo que algo terrible había ocurrido a los viajeros que la mañana anterior pasaron por su casa, en el caserío de Chacabamba.
Ambas mujeres tomaron un caballo y galoparon a toda prisa, temiendo lo peor. Cuando coronaron la cumbre que iniciaba el descenso hacia el caserío, el panorama era sombrío. Un manto de niebla cubría gran parte del valle que se extendía delante de ambas. Recorrieron con dificultad la enorme bajada buscando una pista, algún detalle que les permitiera saber la verdad.
Mama Rosa y su nieta Rosa Luz, la hija del guia Juan Argumedo.
Surgieron, entonces, las primeras evidencias de una batalla campal. Enormes arbustos aplastados o arrancados de raíz, piedra ensangrentadas con restos de cabello humano y hasta pedazos de camisas arrancadas a tirones. Algo terrible había pasado allí.
De pronto, un grupo de comuneros rodeó a las dos y las llevaron detenidas a la casa comunal donde permanecieron dos días y una noche, bajo sospecha de pertenecer a Sendero Luminoso. Allí, mientras estaban prisioneras, se enteraron de la terrible matanza. Juan, Octavio, sus hijos, y sus compañeros de viaje estaban muertos. Habían sido asesinados allí.
Mama Rosa, su hija y la viuda del guía Argumedo que había llegado luego, fueron liberadas después de una especie de juicio popular. Escaparon de Uchuraccay a toda velocidad y, apenas pudieron, dieron a conocer la fatal noticia en Ayacucho, mientras la versión oficial aún negaba la amarga verdad.
Lo que siguió después para ella fueron años de intenso sufrimiento y una lucha constante por saber la verdad completa, una verdad que fue escamoteada a través del tiempo. Conocía parte de los acontecimientos por narración de algunos comuneros, pero la mayoría guardó silencio por miedo a la represalia. Entonces, la herida tan profunda por la muerte de sus dos hijos nunca pudo cicatrizar completamente en su corazón de madre.
Conocía parte de los acontecimientos por narración de algunos comuneros, pero la mayoría guardó silencio por miedo a la represalia. Entonces, la herida tan profunda por la muerte de sus dos hijos nunca pudo cicatrizar completamente en su corazón de madre.
Mama Rosa se mantuvo lúcida y cada vez que era convencida de contar su tragedia familiar, relataba los hechos con profusión de detalles. Parecía revivir los intensos y dramático momentos que le tocó vivir en aquella época.
Viajó muchas veces a Uchuraccay, invitada a las ceremonias de homenaje a los Mártires de Uchuraccay que todos los años realiza la Asociación Nacional de Periodistas en el mausoleo erigido en la zona de la matanza. Después prefirió ya no hacerlo y solo recordar en su mente a los hijos que ya no estaban.
En los últimos años, los problemas de salud la agobiaron. Su cuerpo y su mente que aguantaron tantas vicisitudes de la vida, se agotaron. Un par de caídas accidentales aceleraron el final: el miércoles 12 de agosto falleció en su casa de Ayacucho.
Mama Rosa ahora ya está con sus hijos y sus demás seres queridos que la antecedieron. Descansa en paz, Madre Coraje.
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